El grupo doméstico, en el que me incluyo, presentó la suya. Para comprenderla mejor, adjunto la memoria que preparé, que incorpora también las reflexiones de otros miembros del grupo:
La idea de partida es el fuego como
elemento que ha proporcionado cohesión a las relaciones familiares y sociales
desde la antigüedad. Para ello se han posibilitado
unas zonas comunes, protagonizadas por el fuego, en las que se puede cocinar y
posteriormente comer de forma colectiva, la cosecha de las zonas destinadas al
“urban farming” dentro de nuestra propuesta.
Para protegerlas de la lluvia, estas
zonas comunes han sido dispuestas bajo una gran losa perforada mediante una
constelación de huecos de diferente tamaño, dependiendo de su uso (ventilación
e iluminación, comunicación vertical, recogida de aguas…)
Sobre dichas zonas comunes, y bajo la
losa perforada antes citada, se ubica la parte más pública del programa de las
viviendas. Quedan reservadas, por tanto, las plantas por encima de la losa para
la parte más privada de las viviendas, que se articulan entorno a las escaleras
que discurren por su interior.
Para conseguir la mayor insolación
posible en un lugar donde solo luce el sol la tercera parte de los días del
año, pero sin renunciar a las vistas al fiordo, la mayoría de las viviendas ha
sido dispuesta ocupando los lados noreste y noroeste del perímetro de la
parcela, de modo que arrojen su sombra hacia el mar.
En el resto de viviendas, las que
ocupan el interior de la parcela, se ha buscado que nunca proyecten su sombra
sobre otros edificios vecinos en el periodo comprendido entre los dos
solsticios, además de evitar que existan zonas extensas en penumbra permanente
durante el periodo invernal.
El “urban farming” puede practicarse,
bien al aire libre, bien en ambiente controlado, de manera que se prolonga el periodo de actividad, y se amplía la variedad
de productos a cultivar.
Durante el proceso de generación de la propuesta, aporté al grupo unos croquis que adjunto:
En el primero, ubicaba todo el programa residencial en los bordes de la parcela, con la triple intención de disfrutar de las vistas al fiordo, recibir el sol sin obstáculos y no proyectar sombra sobre la superficie interior de la parcela.
En el segundo, se indica en sección un posible reparto del programa, buscando maximizar la superficie receptora de los rayos solares. Se estudió con una inclinación de 30º, que corresponde a los equinoccios: deseché hacerlo en el solsticio de invierno, porque esa inclinación es demasiado grande, de 7º, y las horas de sol son tan poco frecuentes que no consiguen levantar las temperaturas medias por encima de 0º C; y tampoco en el solsticio de verano, con 54º de inclinación, porque la posibilidad de proyectar sombras sobre otros objetos es menor.
En el tercer croquis hice una definición preliminar de los edificios de vivienda. Eran módulos de crujía estrecha, de unos 6 metros, que permitieran una fácil permeabilidad visual a su través, y que proporcionaran a la vez las vistas al fiordo y la orientación sur deseada. Estructuralmente y formalmente hablando, la propuesta era soportada por los núcleos de comunicación vertical. Se proponía un apantallamiento de sus caras transversales. Estos núcleos, que alternaban las escaleras de uso público y las de uso privado (para las viviendas de doble altura), alojaban en su interior los ascensores y los tiros de chimenea, respectivamente.
Y, para buscar la reminiscencia del desaparecido paisaje de las chimeneas de las fábricas de conservas, se proponía que esos núcleos de comunicación vertical se elevaran notoriamente sobre el nivel superior de los módulos de vivienda.
La versión final de lo entregado utilizó la estrategia que propuse de concentrar la edificación en los bordes de la parcela que dan al mar, pero formalmente se concretó en otro modelo, tal como se puede comprobar en la foto de la maqueta que adjunto.
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